Presentación y bienvenida



Este es un espacio libre y abierto en el que todo el mundo es bienvenido. Cualquiera es libre de entrar, ver y opinar. La única norma es el respeto.
¿La idea? Poner en común aquellos temas, dudas o inquietudes que puedan surgir en el día a día en relación con la Medicina, la traumatología, las implicaciones éticas y la calidad asistencial.
Cada opinión será responsabilidad de quién la emita, y aquellos comentarios que resulten ofensivos, serán eliminados.
Mi bienvenida más cordial.

En especial, me gustaría mucho recibir opiniones de pacientes, usuarios, familiares... Si las opiniones son sólo de los sanitarios, falta una perspectiva muy importante.

domingo, 13 de marzo de 2011

WWW.QUEDA_ALGUIEN_DECENTE?.COM

Hace unas semanas, en un hospital se llevaron a cabo unas oposiciones para cubrir una serie de puestos. Según me han dicho, se había contratado a una empresa externa para encargarse de toda la preparación del examen (así sería todo más transparente, más confiable). Según me han dicho, esa empresa ha cobrado una pasta más que respetable por ello (supongo que ese es el precio de “parecer” honrado). Según me han dicho, las preguntas del examen las habían puesto los-las supervisores-as de enfermería (… y entonces, ¿para qué habían contratado a la empresa externa?).

Poco después del examen, se descubrió que algunos de los encargados de poner preguntas las habían filtrado a algunos de los que se presentaban a la prueba, y claro, se lió el pastel. Denuncias, indignación, carreras, ceses fulminantes. En fin, lo de siempre. Así parecemos más decentes.

Luego vamos tomando posiciones. Aquellos que no fueron agraciados con las filtraciones, muestran tímidamente su indignación y dicen que esto es una vergüenza, aunque muchos de ellos no lo dicen muy alto, no sea que en el siguiente giro de la ruleta el examen lo ponga un amiguete. Los agraciados no saben-no contestan. Los no afectados se limitan a menear la cabeza y, en voz bajita, insisten en que a estos los han cogido, por tontos, pero que no han sido los únicos que han filtrado preguntas. Otros dicen que se van a cargar a dos inocentes y piden dimisiones a diestro y siniestro: la dirección de enfermería, la dirección del centro. Hay quien se atreve incluso a pedir dimisiones en la Consejería de Salud.
Claro. A lo mejor si un día en consulta yo meto la mano en el bolso de una paciente y se me pegan unos euros, tendrá que dimitir mi jefe.

El problema es que estos asuntos son como las cucarachas: si pillas a una, lo normal es que haya diez o doce más. Y como esa es la opinión más extendida, como damos por hecho que en esta sociedad nuestra, esto es lo habitual, a los inculpados en el juicio popular de lo único que se les acusa es de “haber sido tontos”. Tontos por haber filtrado de tal manera que los han cogido, no tontos por haber filtrado.



Vale, esto es lo que hay. Este es nuestro mundo. Esta es la sociedad que estamos creando.
Si alguien defrauda en los impuestos o evade capital, o si mete la mano en la caja, o si busca informes falsos para conseguir una subvención o una pensión o el colegio que le gusta para sus hijos, no pasa nada. Al fin y al cabo, todos queremos ahorrar y esa es una vía como cualquier otra. Pero si te cogen, la sentencia social es “eres tonto”.

Y si alguien dice que declaró a hacienda algo que hacienda no sabía y pagó más impuestos por ello, ¿cuál es la sentencia social? Pues sí, por espeluznante que parezca, la sentencia social es la misma: “eres tonto”.

Cuando pillan a alguien, por cada mil sentencias “eres tonto” puede que se oiga una que diga “eres un chorizo”, y entonces se empiezan a escuchar los atenuantes: “todo el mundo lo hace”, “Los responsables lo saben y no hacen nada para evitarlo”, “los gobernantes son los primeros que tendrían que dar ejemplo”. Vanos intentos todos ellos de diluir la responsabilidad propia buscando instancias más elevadas a las que echar la culpa de lo que entre todos vamos creando.

Estamos condenados a ser libres y por tanto, a elegir. Somos libres de elegir una opción y eso implica no elegir todas las demás. Podemos informarnos bien antes de una elección, o podemos elegir lanzando una moneda al aire; podemos meditar nuestras elecciones, o dejar que otro decida por mi. Pero incluso en este caso, siempre somos libres de retirar a ese otro la capacidad de decidir por nosotros. En cualquier caso, esa libertad que desde la adolescencia hemos reivindicado no es gratis. El precio es la responsabilidad.

Somos responsables (queramos o no) de las consecuencias de nuestras elecciones. No digo “los únicos responsables”, sólo digo “responsables”. Por supuesto, también intervienen otras personas, las circunstancias, el azar, pero hay una cuota de responsabilidad que nos pertenece, que es sólo nuestra. La responsabilidad por las consecuencias que derivan de nuestras elecciones muchas veces es compartida con otros, pero la responsabilidad de mi elección es asunto que sólo me atañe a mi. De aquí deriva otra consecuencia, por lo general incómoda, y es el hecho de que somos jueces de nuestros propios actos.
Para ser reconocidos como adultos por el resto de adultos de nuestra sociedad, la condición es dar un bocado a la manzana: comer del fruto del árbol del bien y del mal (¿os suena?). Ese es uno de los precios que pagamos al abandonar el jardín del edén que es nuestra infancia. Dejamos de ser criaturas inocentes y nos convertimos en adultos responsables. Aquí no hay vuelta atrás y lo que elijamos a partir de entonces, es cosa nuestra. Ya no es papá o mamá quien nos dice donde está el bien y donde está el mal. Ahora nos toca decidir a nosotros.

Pero… esto no me gusta. ¡Yo era más feliz cuando niño!
Si, claro. Ser feliz cuando niño no dependía de mi, era la felicidad de la inocencia, del no ser responsable. Unos hemos tenido infancias más felices que otros, pero la mayoría guardamos algún lugar de felicidad total entre los recuerdos de nuestra más tierna infancia.

Como adultos, la felicidad puede ser aún más plena, pero hay que alcanzarla, y ese trabajo de tener que decidir qué es lo bueno, qué es lo malo, y una vez decidido, ser consecuentes y andar con esa elección a cuestas, ya no nos gusta tanto. Bueno, aquí volvemos al principio, estamos condenados a ser libres.
Ante este hecho que se nos impone, podemos tomar tres caminos: primero, volver a la niñez, es decir, encontrar un guía o un líder y seguirlo ciegamente, como miembro de un rebaño de seres con la identidad recortada,  sin cuestionar jamás sus elecciones; segundo, tomar las riendas, decidir por nosotros mismos escuchando a otros pero pasando sus elecciones por el tamiz de nuestra propia escala de valores (para eso hay que tener escala de valores, claro); o tercero, tomar el camino de en medio, es decir, volver a la niñez, pero que no se note; hacer como que somos seres autónomos, pero sin salirnos ni una coma de lo que dicta el líder o el grupo. Esto dependerá de la ética de cada cual.

En mi opinión, los auténticos decentes están en el segundo grupo, pero no todos los de ese grupo, tienen por qué ser decentes. Los del primer grupo lo serán por casualidad, si han elegido a un líder que lo sea, pero entonces el auténtico decente será el líder, no quienes lo siguen. Y en cuanto a los del tercer grupo, supongo que entre tanta hipocresía es difícil que queda mucho hueco para la decencia.

En resumen, y de aquí la pregunta del inicio: ¿Queda alguien decente?...

1 comentario:

  1. Me parece que esta reflexion hace referencia a una de las enfermedades sociales que favorecen la falta de valores. Aquella persona que se diferencia de los demas porque toma decisiones que para la mayoria "no encajan dentro de lo habitual" y resultan decisiones de "tontos", se les mira a veces con desprecio porque no favorece el juego de los demas, o por el contrario se les mira con inquietud porque eso hace florecer a los propios ojos del que observa, la falta de escrupulos y de integridad moral que tiene el mismo, por lo tanto es incomodo y hay que criticarlo o callar la boca.
    Yo comparto tu opinion, a veces uno camina en solitario, se siente uno incomprendido pero la fuerza interna te hace caminar con la cabeza bien alta, e intentando que con tu posicion pueda cambiar algo el mundo.
    A pesar de equivocarse uno mucho.

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¿VIEJA O JOVEN?

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