Presentación y bienvenida



Este es un espacio libre y abierto en el que todo el mundo es bienvenido. Cualquiera es libre de entrar, ver y opinar. La única norma es el respeto.
¿La idea? Poner en común aquellos temas, dudas o inquietudes que puedan surgir en el día a día en relación con la Medicina, la traumatología, las implicaciones éticas y la calidad asistencial.
Cada opinión será responsabilidad de quién la emita, y aquellos comentarios que resulten ofensivos, serán eliminados.
Mi bienvenida más cordial.

En especial, me gustaría mucho recibir opiniones de pacientes, usuarios, familiares... Si las opiniones son sólo de los sanitarios, falta una perspectiva muy importante.

lunes, 24 de enero de 2011

VICTIMAS INOCENTES

Pasando planta, un niño de 15 años ¿niño, adolescente? con fractura abierta de tibia, ingresado la tarde anterior. El único paciente nuevo del día. Los demás, todos conocidos. Una mañana más...
Pero entonces, llega la sorpresa. Sus padres están separados. Mamá está con él, una mujer con aspecto de haber trabajado mucho, cuidadosa, cariñosa, muy preocupada por la lesión de su hijo, por como pueda evolucionar, por lo que queda por hacer, por la anestesia.

Le explico en qué va a consistir el tratamiento, los días de antibióticos previos, la intervención, los días posteriores, el alta, las precauciones en casa. Hablamos de las distintas posibilidades, de lo que hemos considerado que es la mejor decisión. Hablamos de los riesgos y los beneficios, y hablamos de un papel que deben firmar para autorizar todo eso. Es entonces cuando le pregunto por el padre, para ver que relación tienen y buscar el modo de informarlo a él también.

La madre no quiere ni oír hablar de eso. En sus palabras se escucha rabia y rencor, y por debajo de eso, mucha tristeza, mucha incomprensión. El accidente del niño ha sido por su culpa, por la bicicleta que él le regaló, y ese hombre no pinta nada en todo esto.

Mientras charlamos, no puedo evitar mirar al chaval. Su cara ha cambiado. Desde que hemos empezado a hablar de su padre parece haberse ausentado de la habitación. No sé como interpretarlo.

Salgo de la habitación para imprimir el formulario de información y las hojas de firmas, y cuando regreso, la madre ha salido un momento. Aprovecho para hablar con él, sin saber bien como tocar el tema. Al final, el muchacho me lo aclara todo: está deseando que su padre venga a verlo, pero como sabe que su madre aún sufre con eso, no quiere decírselo. Por distintos motivos, prefiere evitar tocar esos temas con ninguno de los dos. Así de simple.

Sabe Dios qué habrá sucedido en esa pareja para que la relación se haya ido al traste, pero entre esos dos adultos que no se entienden hay un chico que sufre y que ni siquiera tiene donde desahogarse. Un chaval de quince años, que en algunos aspectos parece casi más adulto que sus padres.

Dos días después, tras varias conversaciones con la madre, accede a que el padre pase algún rato al día por el hospital. Por supuesto, ella no estará en ese momento, faltaría más. Me pide que yo esté en la habitación en todo momento mientras el papá lo visita, pero le explico que ni siquiera ella tiene ningún motivo para pensar que le quiera hacer daño al chico, y que igual que ella está a solas con su hijo, él también debe disfrutar de un rato de intimidad.

Durante los días que duró el ingreso, el padre vino a verlo varias veces. Un hombre de campo, con manos grandes y cara de preocupación. Cuando lo acompañé hasta la habitación por primera vez, hubo entre los dos un silencioso saludo. El niño se incorporó un poco en la cama y ambos se abrazaron sin hablar. Las lágrimas rodaban por las mejillas del muchacho, mientras el padre, de espaldas a mi, le pasaba una mano por el pelo. La sonrisa que me dedicó aquel joven por encima del hombro de su padre, fue el mejor de los regalos.

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¿VIEJA O JOVEN?

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